Los guardaespaldas se alejan y deciden ir a la cantina en que estuvieron hace un rato.
Sean, un joven rubio, alto y fuerte, ¿por algo es guardaespaldas o no?, decide no acompañarlos y se dirige a un faro al final de la playa.
¿Qué diablos hago aquí? Lo sé, me gusta Peter Sibelius, ha sido mi ídolo desde la adolescencia. ¿Pero vale la pena trabajar para él si haciéndolo no puedo hacer lo que más me gusta? ¿Y qué es lo que más me gusta en todo caso? Quizás es un mal día, los días nublados me deprimen, el mar me deprime, las olas me deprimen y los faros me deprimen, pero igual me dirijo a éste y busco algo que no encuentro y ni siquiera sé qué es.
El faro parece abandonado, la puerta está abierta y se anima a entrar, sube por las escaleras hasta donde están los focos que orientan a los navegantes y ahí se queda un buen rato mirando el mar, pensando en su vida y en lo que quiere, sin saber muy bien qué es lo que quiere.
De pronto un joven entra en la habitación redonda por el hoyo del suelo redondo del piso redondo del faro redondo de este mundo redondo y no se da cuenta que Sean está allí, al otro lado de los focos. Y se pone a observar por las ventanas redondas de la pared redonda al exterior redondo que lo envuelve. Mira el mar en la dirección opuesta a la de Sean y se pone a llorar sin saber que lo escuchan, tiene una carta en las manos. Sean se da cuenta, al principio cree que es una mujer, le parece llanto de mujer, quizás nunca ha escuchado a un hombre llorar. Lo oye decir palabras en el idioma del país, pero no las entiende. Quiere irse sin que el hombre lo vea pero no puede hacerlo sin que éste se de cuenta, el camino obligado es pasar por su lado. Decide esperar un poco, pero de pronto aparece otro hombre llorando que se pone a gritarle cosas al primer hombre. Alcanza a entender el nombre Linda y el segundo hombre golpea con las manos abiertas en el pecho del primero. La carta cae al suelo pero ninguno se da cuenta, sólo Sean. El segundo hombre se va corriendo escaleras abajo, el primero le persigue y Sean toma la carta en sus manos, la lee y sonríe, ve desde arriba como ambos corren por la playa en dirección a la caleta de pescadores.
Sean, un joven rubio, alto y fuerte, ¿por algo es guardaespaldas o no?, decide no acompañarlos y se dirige a un faro al final de la playa.
¿Qué diablos hago aquí? Lo sé, me gusta Peter Sibelius, ha sido mi ídolo desde la adolescencia. ¿Pero vale la pena trabajar para él si haciéndolo no puedo hacer lo que más me gusta? ¿Y qué es lo que más me gusta en todo caso? Quizás es un mal día, los días nublados me deprimen, el mar me deprime, las olas me deprimen y los faros me deprimen, pero igual me dirijo a éste y busco algo que no encuentro y ni siquiera sé qué es.
El faro parece abandonado, la puerta está abierta y se anima a entrar, sube por las escaleras hasta donde están los focos que orientan a los navegantes y ahí se queda un buen rato mirando el mar, pensando en su vida y en lo que quiere, sin saber muy bien qué es lo que quiere.
De pronto un joven entra en la habitación redonda por el hoyo del suelo redondo del piso redondo del faro redondo de este mundo redondo y no se da cuenta que Sean está allí, al otro lado de los focos. Y se pone a observar por las ventanas redondas de la pared redonda al exterior redondo que lo envuelve. Mira el mar en la dirección opuesta a la de Sean y se pone a llorar sin saber que lo escuchan, tiene una carta en las manos. Sean se da cuenta, al principio cree que es una mujer, le parece llanto de mujer, quizás nunca ha escuchado a un hombre llorar. Lo oye decir palabras en el idioma del país, pero no las entiende. Quiere irse sin que el hombre lo vea pero no puede hacerlo sin que éste se de cuenta, el camino obligado es pasar por su lado. Decide esperar un poco, pero de pronto aparece otro hombre llorando que se pone a gritarle cosas al primer hombre. Alcanza a entender el nombre Linda y el segundo hombre golpea con las manos abiertas en el pecho del primero. La carta cae al suelo pero ninguno se da cuenta, sólo Sean. El segundo hombre se va corriendo escaleras abajo, el primero le persigue y Sean toma la carta en sus manos, la lee y sonríe, ve desde arriba como ambos corren por la playa en dirección a la caleta de pescadores.
En el muelle el segundo hombre toma un bote a remos y se dirige al horizonte. El primer hombre toma otro bote y rema persiguiéndolo. Todo el pueblo sale a ver a los hombres que se gritan improperios desesperados de un bote al otro. Sean ahora entiende todo al leer la carta, entiende el idioma escrito, lo que le cuesta es entenderlo oralmente. No deben haber muchas Lindas en el pueblo. Es fácil concluir que la causa de esto que acaba de ocurrir es Linda Raíces, la nieta de la amiga de Peter Sibelius. Ahora Sean es el que corre tras ellos, ya sabe lo que quiere hacer en esta vida, quiere ser sicólogo y ayudar a la gente con estos "problemas".
2 comentarios:
primer comment!
usted no puede hacer estas cosas ! dejarnos colgados como calcetinera siguiendo una teleserie...pero sere paciente...esto continua verdad?
oiga pero usted no es el que esta deprimido verdad?
abrazos gatunos
:) de mis amios?? uhm.. si hay solteros.... tb emparejados... y en procesos de cambio de un lao pa otro..y viceversa tb :P
gracias por su comment :)
jeje
Saludos!
F.
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